Es importante notar que estos signos precedieron al bautismo pentecostal o dones del Espíritu. No fueron parte de él, ni se repitieron en otras ocasiones en que el Espíritu se derramó. Por ejemplo, Pedro identificó el derramamiento sobre los creyentes en la casa de Cornelio con la promesa de Jesús de que serían bautizados en el Espíritu, diciéndoles que era el mismo don (Hechos 10:44–47; 11:17). Pero el viento y el fuego no estuvieron presentes. Parece que sólo fueron necesarios en una ocasión.
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